viernes, 15 de febrero de 2008

Nuestra pobreza





Por gracia o desgracia de la globalización y el desarrollo tecnológico, cada día tenemos acceso a millones de noticias de diferentes partes del mundo. Algunas nos causan tanto asombro que nos dejan pensando. Eso me pasó hace algunos días al ver una nota que hablaba sobre una comida que realizan los haitianos para poder sobrevivir. Se trata de galletas de barro, hechas tan solo con tierra, aceite y sal. Resulta impensado para nosotros comernos un pedazo de tierra por más condimento que usemos. Pensaba en lo terrible de la situación, en la desolación, en la desesperación de quienes no pueden darle de comer a sus hijos... Pensaba en Haití y su extrema pobreza producto de desórdenes políticos internos pero también de políticas económicas mundiales que condenan a gran parte de los países a la exclusión total. Pensaba en Argentina y las cosas que nos pasan.
Dos o tres veces al año, la desnutrición y la mortalidad infantil provocada por la misma, se pone de “moda” para los medios. Claro está que esto solamente sucede en el Chaco, o en Santiago del Estero, o en Salta o Jujuy... Va cambiando de escenario pero siempre sucede en lugares alejados de la gran metrópolis. Quizás el que no esté presente nos ayuda a no ser consciente de ello en todo momento... Nos ayude porque hay veces que ya no podemos soportarlo; y nos condene, porque, entonces, no hacemos nada para evitarlo. Las estadísticas son terribles, basta con leerlas para que se nos horrorice el alma. Y aún así, solo estamos viendo fríos números. Existen varias iniciativas por parte de la sociedad civil, a través de distintas ONGs, y existen también algunas de organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Será cuestión de dejar de preocuparnos para ocuparnos. Deberíamos dejar de patear la pelota, dejar de pensar que esto pasa a cientos o miles de kilómetros. Esto pasa ante la vista de todos aunque queramos cerrar los ojos y olvidarlo. Será cuestión de exigirle a nuestros dirigentes que nos dirijan, que cumplan su rol de conductores, ya no peleando por ir un poco más o un poco menos a la izquierda sino más bien avanzando, para adelante.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cualquier cosa que diga no justifica ni mi accionar, ni el ajeno.
La gente duerme en la calle en frente del Congreso de la Nación en pleno centro porteño y aún así a quienes llegan a trabajar por voto (?) popular no les importa. Pero yo los veo durmiendo en la calle y tampoco hago nada...
A veces pienso, que estamos condenados. Por la inercia, por la rutina, por la costumbre...

aby.

Anónimo dijo...

Por suerte yo voté a la UCEDé, que propone un país muy distinto al que se plantea...más barrios cerrados, deportación a todos los inmigrantes,etc. El país q todos los hombres de bien nos merecemos.
Saludos desde la ribera esteña!!

Anónimo dijo...

Es lamentable que la situación se haya vuelto tan desfavorable. Parece mentira que en nuestro país, donde la tierra fértil abunda y puede proveer tantos alimentos (recordar que hace 100 años nos llamaban "el granero del mundo"), existan esas estadísticas. Pero mientras los políticos se sigan llenando los bolsillos y no actúen implementando campañas contra el hambre, esto va a seguir sucediendo; es más, va a empeorar.
Esperemos que algún día dejen de pelear por boludeces y piensen en los habitantes del país, a los que gobiernan con tanta deshonra.

Anónimo dijo...

Welcome to the jungle, Nadia. El universo blog te da la bienvenida.

Confieso que semejante post cargado de opinión y realidad me deja con los dedos mudos. El viernes no es el mejor día para la reflexión y posterior incursión textual... al menos para mi.

Asi que, con un comentario vacio de contenido pero lleno de presencia es que debuto en tu espacio web.

Un brindis a la derecha.

Bon vivant de cartón

Anónimo dijo...

Muy buen aporte el de la agenda para el finde! Tu blog sigue creciendo... tiembla la blogósfera! :)
Besos! JAVI

Anónimo dijo...

Creo que lo más lamentable es que ver a la gente durmiendo en las calles, en las plazas, en las veredas, en las estaciones de trenes, de subtes, verlos pidiendo limosna en cualquier lugar, y peor aun, saber de dónde los conocemos (porque nos sabemos las caras de algunos de memoria), se volvió algo cotidiano. Aprendimos a convivir con eso. Y como todo lo cotidiano lo dejamos pasar. Y no hacemos nada. Pero, ¿qué podemos hacer? Mucho. ¿Hasta dónde puede llegar nuestro esfuerzo? No lo se.
Yo también leí esa nota y se me ocurrió pensar si es que aca, en Argentina, no estará pasando lo mismo o peor. No hace falta ver a Haití (o algún otro país subdesarrollado) para saber cómo vive la gente. En Argentina (en TODA la Argentina) sucede lo mismo. Lamentable.

Eva

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